¿Qué es la resiliencia?
La resiliencia es la capacidad universal del ser humano para afrontar y superar adversidades de la vida, pudiendo ser transformado positivamente y obtener nuevos recursos para superar futuras situaciones complejas.
En esta línea, las personas que padecen alguna situación de riesgo, enfermedad, duelo, catástrofe o trauma, transitan por una serie de desafíos, que una vez superados o resignificados con el tiempo, dotan al ser humano de la habilidad y el potencial para resurgir en la vida, pudiendo adaptarse y recuperarse de mejor manera ante eventos futuros.
El arte de resurgir a la vida
Al trascender escenarios complicados, adquirimos fortalezas intrapsíquicas, es decir, recursos internos que fortalecen nuestra interacción con la vida. Además de aprender a practicar el autocuidado de diversas maneras para mejorar nuestra calidad de vida. Una forma de autocuidado puede darse en un acompañamiento psicoterapéutico, en el que estos modos de resiliencia pueden ser propiciados, a fin de poder enfrentar situaciones dolorosas de la vida desde un lugar seguro y profesional. En este encuentro facilitador, podemos encontrar la posibilidad de hablar de nuestros sentimientos y percepciones, a fin de darle significado a nuestro dolor y pensar en conjunto formas de resolverlo o transitarlo.
En resumen, el matrimonio de investigadores Wollin, estableció que no existe una forma singular de resiliencia, sino una pluralidad de siete modos característicos de esta virtud, los cuales revisaremos a continuación.
1. Interacción y capacidad para relacionarse
La capacidad para establecer vínculos íntimos, fuertes y confiables con otras personas nos brinda un sentimiento de pertenencia en el que podemos mostrarnos frente a un/a otro/a, además de poder ser queridos/as, escuchados/as y contenidos/as. Sumado a la actitud de brindarnos a otras personas.
La habilidad para poder relacionarnos y generar lazos de empatía favorece obtener comprensión en la otra persona, además de poder generar pares y una red de apoyo con la que podamos disponer en diversos contextos.
Una red de apoyo con la que contar y poder expresarnos, facilita el sentimiento de entendimiento mutuo, además de poder ser ayudados/as por parte del resto en momentos complicados de la vida.
2. Introspección
La introspección, es la capacidad de observarse a sí mismo/a, cuestionarse, reflexionar, plantearse preguntas complejas y darse respuestas honestas, además de poder mirar algunos aspectos personales de distinta perspectiva.
En la adolescencia, la introspección responde a la capacidad de identificar lo que sucede alrededor, para comprender las situaciones y adaptarse a ellas. Mientras que, en la adultez, las cualidades relacionadas a la introspección son la sabiduría y la comprensión de sí mismo/a y del resto, sin culpar a los demás (Anaut, 2017).
Desde un lugar resiliente, la introspección propicia el acto generar conciencia sobre sí mismo/a, logrando identificar problemas, sus orígenes y buscar obtener una solución o generar una práctica para trabajar en resolverlos.
3. Humor
El humor, no sólo es un recurso para mirar las dificultades de la vida desde lo cómico, sino también, nos permite alejarnos de la tensión y la angustia, haciendo las situaciones más livianas.
Recurrir al humor en ciertas ocasiones también es una estrategia de afrontamiento, puesto que neutraliza nuestra conciencia crítica de apreciar las situaciones y nos hace despojarnos del carácter dramático con el que tendemos a manifestar nuestra preocupación.
El humor es una característica que nos permite relativizar las situaciones que estamos viviendo, además de positivizar la manera con las que las apreciamos. Por esta razón, el humor es un medio para elaborar las adversidades de un modo más lúdico y así poder superarlas con mayor facilidad (Anaut, 2017).
4. Autonomía
En la adultez, la autonomía se expresa en la determinación por tomar decisiones propias de forma independiente.
En contextos problemáticos, la autonomía está relacionada a establecer los límites personales, a fin de lograr mantener cierta distancia física y/o emocional respecto a un problema.
De igual modo, la autonomía responde a la capacidad de autocuidado en situaciones complejas, a la par de tomar decisiones adecuadas en función del bienestar personal, sin la necesidad de involucrarse en escenarios conflictivos.
En esta línea, la autonomía forma parte de la resiliencia, en respuesta a la capacidad poder tomar determinaciones conscientes por sí mismo/a.
5. Iniciativa
La iniciativa nos habla de la capacidad de poder establecer proyectos y metas en la vida. Aquello, nos permite ponernos a prueba en distintas situaciones, de modo que, una vez superadas, nos permite resolver desafíos más exigentes y estar mejor preparados/as ante estos.
En otro lugar, la iniciativa refiere a la capacidad de autoregularse y tener responsabilidad personal, lo que es necesario para nuestra independencia.
En contextos adversos, la iniciativa tiene que ver con hacerse cargo de las dificultades y tomar el impulso para buscar modos de resolverlas. Gracias a la iniciativa, podemos expandir nuestra experiencia y atrevernos a afrontar diversas exigencias de la vida.
En la adultez, la iniciativa es manifestada como la capacidad de generatividad respecto a los proyectos personales, a fin de aproximarse a un sentimiento de autorealización.
(Anaut, 2017).
6. Creatividad
La creatividad es una cualidad innata del ser humano, la que nos permite elaborar nuevas hipótesis, pensar en soluciones estratégicas e idear posibilidades de acción.
Aquello, nos permite desenvolvernos en la vida, encontrar refugio en el mundo imaginario y concretar nuestras ideas en el exterior.
En términos generales, la creatividad responde a la capacidad de imponer orden, belleza y propósito a partir de situaciones de dificultad.
Bajo esta premisa, la creatividad nos instruye de generar condiciones de vida en las que nuestros deseos, propósitos y objetivos tengan cabida en nuestro contexto.
(Anaut, 2017).
7. Moralidad
La moralidad es la actividad de una conciencia informada junto con el compromiso de ciertos valores, además de poseer la capacidad de discriminar entre lo moralmente correcto y lo moralmente incorrecto.
En la adultez, la moralidad se expresa como la habilidad de brindarse frente a otra persona de modo servicial y de entrega hacia el resto.
Al referir a la conciencia moral, en ciertas prácticas, también hablamos de ética, lo que permite desarrollar la ayuda mutua y la compasión, además de evitar el daño frente a otra persona.
En contextos adversos, la moralidad como valor, desarrolla el sentido de lealtad y compasión, junto con considerar el bienestar de la otra persona. Tomar decisiones en función de estos valores constituye una actitud resiliente que facilita la superación de situaciones complejas.
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Ps. Tomás Jiménez
Fuente: Poletti y Dobbs en Anaut, M. (2017). Humor, entre la risa y las lágrimas: Traumas y resiliencia.
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