Mucho se puede hablar acerca de la
depresión en psicología, especialmente porque es un trastorno que afecta a una gran cantidad de personas.
En Chile, por ejemplo, más del 5% de la población sufre de depresión según estadísticas de la OMS (2017), ubicándose por sobre el promedio mundial.Esto ha generado el interés de una gran cantidad de teóricos y marcos explicativos para entender su
origen, curso y proyección, así como también prevención y tratamiento. Sin embargo, han sido pocos los que han hecho una
asociación entre está enfermedad y un proceso tan cotidiano y propio de la existencia como el duelo o la pérdida.¿Necesitas ayuda o te gustaría consultar con nuestro equipo de psicólogos especialistas? Llámanos al +56 9 4225 1630, escríbenos por WhatsApp o llena el formulario de nuestra página de contacto.
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Uno de los primeros en abordar este tema fue el padre fundador del psicoanálisis
Sigmund Freud en su ensayo “
Duelo y Melancolía” publicado en 1917, donde estableció dos importantes ideas que hasta el día de hoy nos permiten entender mejor esta asociación.La primera idea habla de la
similitud existente entre duelo y depresión, y la segunda, de la predisposición de los individuos que han sufrido pérdidas importantes durante la
infancia a desarrollar un temperamento melancólico o depresivo.Para poder entender mejor el duelo es importante hacer una distinción fundamental con la muerte, si bien la muerte es un duelo,
no todo duelo tiene que ver con la muerte en un sentido literal, sino más bien como el término de una relación significativa, con uno mismo(a) y con la alteridad, comprendiendo ésta última en su sentido originario, es decir, todo aquello diferente de mí, ya sea alguien o algo.
El duelo entonces, puede ser tanto la muerte de un ser querido, la pérdida de una amistad, una pareja, un trabajo, una oportunidad importante o cualquier otra relación significativa con otro y el mundo que también implica un cambio en nosotros mismos.Por ejemplo, si sorpresivamente quedamos sin trabajo y nos habíamos prometido proteger a nuestros hijos de la pobreza, nos encontramos ante el dolor del posible sufrimiento de nuestra familia, pero también ante el fracaso de una promesa que nos muestra nuestra fragilidad.Como planteaba
Freud, muchas veces una pérdida de este tipo
puede generar una disposición afectiva muy parecida a la depresión: Un estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, casi todos los días, disminución importante por el interés o placer por las cosas la mayor parte del día casi todos los días, pérdida o aumento importante de peso (5% del peso corporal en un mes), insomnio o hipersomnia casi todos los días, agitación o retraso psicomotor casi todos los días, fatiga o pérdida de energía casi todos los días, sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada casi todos los días, disminución de la capacidad para pensar o concentrarse y pensamientos de muerte recurrente. (DSM- V, 2014).Sin embargo, la diferencia fundamental es que mientras el duelo es un proceso normal de la vida que tiende a integrarse y superarse, la depresión es un cuadro sintomatológico que difícilmente se puede superar sin el apoyo profesional pertinente.
El origen de una depresión se encuentra la mayoría de las veces en un duelo que no pudo resolverse o integrarse adecuadamente. Por otra parte, cuando los duelos se viven tempranamente y de una manera particularmente intensa, se puede generar en la persona una predisposición a desarrollar un carácter depresivo, que es distinto de un trastorno depresivo o melancolía.
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Hoy en día se sabe tras décadas de investigaciones que no es el duelo en sí lo que genera este tipo de carácter, sino
cómo los adultos median esta experiencia en los menores.Como alguna vez refirió el importante psicoanalista infantil Donald Winnicott, el adulto es quien tiene la responsabilidad de establecer un puente entre la realidad y el
infante de una manera que pueda integrar aspectos relevantes de la vida de una manera paulatina y adecuada.Cuando nos encontramos con niños, cuyos padres son indiferentes, negligentes e incluso maltratadores, es probable que desarrollen una personalidad caracterizada por la evitación de la emocionalidad y de las relaciones íntimas. (Arciero, 2011)
Lamentablemente cuando las personas con este carácter desarrollan una depresión suelen generar síntomas intensos que pueden sumirlas en acciones destructivas consigo mismas e incluso con los demás. Es común que se aíslen, se coloquen en situaciones de riesgo, tengan ideaciones suicidas, etc. Por eso, es importante que exista una actitud de autocuidado que favorezca la prevención en primera instancia a través de actividades que han demostrado tener un importante efecto sobre el estado de ánimo depresivo como el ejercicio, la espiritualidad y el servicio o la ayuda a los demás. Mientras que sí se atraviesa por la
sintomatología depresiva, anteriormente expuesta, se debe consultar con un especialista.
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