Esta es la segunda regla planteada por el psicólogo Jordan Peterson en su libro “12 reglas para vivir, un antídoto al caos”. Aquí explica que los seres humanos tenemos una inclinación a sentirnos indignos, débiles, de poca valía y miserables con quienes somos tratándonos por lo general de una manera injusta y destructiva.
Existe por ende una suerte de desprecio por nosotros mismos, una emoción que proviene de nuestra comprensión de los aspectos negativos de nuestra personalidad y nuestra potencia para el mal.
¿Te hacen sentido esta manera de ver al ser humano? Sin embargo esta misma inclinación nos llevaría a priorizar el bienestar de quienes nos rodean, al punto de sacrificar nuestro propio bien por el bien de los demás.
La idea que sirve de trama en su presentación parece radicar en el grado de consciencia personal, es decir, la capacidad de cada quien para identificar si esta forma de ser altruista es realmente una decisión voluntaria o una forma de ser involuntaria que tiene que ver con nuestras propias deficiencias de autoestima que se han asentado inconscientemente a través de nuestra historia.
De esta manera, en el peor de los casos, este altruismo involuntario parece tener atrapadas nuestras vidas en el servicio constante hacia un otro que desvía completamente la atención de nosotros mismos y de nuestro desarrollo personal, sin percatarnos y generando malestar. Así nuestras metas y proyectos poco o nada tienen que ver con nosotros mismos y el sentido de nuestra vida se va supeditando paulatinamente a ese otro. Un ejemplo claro de esta situación tiene relación con los padres que encuentran un sentido a sus vidas en sus hijos. Esto genera una confusión entre quienes somos y el otro que difícilmente puede ser positiva para ambos.
Por lo anterior Peterson hace un llamado a ser conscientes de quienes somos preguntándonos ¿Somos tan despreciables como para no hacer nada bueno por nosotros mismos? Justamente es la comprensión de este potencial para el mal, lo que debe ponernos en una nueva posición para asumir que nuestra decisión para hacer el bien o el mal es una responsabilidad personal que depende de cada uno de nosotros. Así como tenemos potencial para el mal, también lo tenemos para el bien. De esta manera dará a entender que aquellos aspectos negativos de nuestra personalidad no deben implicar el descuido de uno mismo, sino actitud de solicitud, de aceptación personal; ya no de criticismo, juicio y castigo.
De esta manera, la consciencia de la propia importancia, no implicará un sacrificio que beneficia a otro a costa de uno mismo, sino que será un acto heroico que nos salve en la salvación del otro, que nos haga crecer en el crecimiento de un otro, que salve a la humanidad y nos haga inmortales. Es en esta nueva consciencia, que nos permite saber quiénes somos y aceptarnos en nuestras virtudes y defectos, que el cuidado del otro, implica necesariamente el cuidado de sí mismo y viceversa.
Entonces la bella intuición de este interesante psicólogo resulta un llamado ineludible: Trátate a ti mismo como si fueras alguien que depende de ti. Busca tu desarrollo personal, exacerba tu voluntad de poder, desarrolla el potencial que llevas en tu ser para convertirte en la versión más apolínea de ti mismo dentro de las circunstancias que te pone la vida, sociedad y momento histórico. Solo de esta manera la luz divina que habita en tu interior, la consciencia de que la propia existencia descansa sobre tus hombros, puede volverse intensa como para alcanzar otras que te devuelvan su luminosidad y se genere un espectáculo tan maravilloso como inusual.
Ps. Maximiliano Pino
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