Desde que la psicología se ha abierto camino como una disciplina, muchas formas de psicoterapia se han creado y llevado a cabo para la sanación o curación de las personas a través de la palabra, sin embargo, la práctica de este tipo de ejercicio es tan antigua como la humanidad misma.
Antes que los psicólogos(as) y durante muchos siglos fueron los religiosos los que cumplieron esta labor, precedidos de igual manera por chamanes, magos y brujos en las culturas más antiguas.
El surgimiento de la psicología y su posterior diversificación en distintos enfoques terapéuticos, simplemente obedeció al interés generado en un momento histórico particular por enmarcar este tipo de conocimiento dentro de parámetros científicos, a propósito de las grandes expectativas que abrió este paradigma en lo que refiere al desarrollo humano y de la civilización.
Por lo mismo es común ver que los distintos enfoques tuvieron un origen científico, a pesar de su devenir histórico, donde muchos han continuado construyendo conocimiento bajo su alero (lo medible, cuantificable, observable), y otras se han desmarcado de este paradigma. La razón de esta diversificación se debe a dos cuestiones fundamentales que reflejan la complejidad del objeto de estudio de la psicología: La experiencia humana.
La primera ha sido el gran debate teórico que siempre ha existido respecto a la conceptualización del ser humano. Desde la visión científica más polar, el ser humano se reduce a su comportamiento y a las variables que pueden favorecer o inhibir su respuesta. Posteriormente y debido a las criticas recibidas, incluirá como variable relevante, los procesos del pensamiento, siendo la neurociencia actual, la expresión del anhelo primordial de este enfoque por entender que ocurre en nuestra mente. Por otra parte, algunos enfoques dieron relevancia a lo mental desde un comienzo, a pesar de la imposibilidad de poder demostrar sus postulados empíricamente, aunque siguiendo un enfoque racional, a través de la documentación y estudio de casos como el psicoanálisis, cuya visión de ser humano incorpora la presencia de motivaciones e inclinaciones inconscientes. Otras se han distanciado más aún, incluso desmarcándose de lo “científico”, dando énfasis a lo espiritual como una dimensión relevante en las personas.
Por otra parte, una segunda arista fundamental y que permite entender mejor la proliferación de formas de trabajar en psicoterapia es la práctica clínica. Desde el ámbito de la psicoterapia como tal, variadas investigaciones han sido contundentes en afirmar que no existe una diferencia significativa entre las diversas formas de hacer psicoterapia y la mejoría de los pacientes, así como también, el bajo porcentaje atribuible de la mejoría al enfoque teórico, siendo lo más relevante los indicadores genéricos de cambio o lo que se han denominado variables inespecíficas de la psicoterapia: factores de tipo vincular entre terapeuta y paciente. (Krause et.al, 2006)
Es importante señalar que, de manera general y compartida, todas las terapias psicológicas buscan que el paciente pueda recobrar su estado de bienestar a través de un acompañamiento, donde de manera gradual, el psicoterapeuta favorecerá que la persona se entienda a sí misma, (reconociendo sus motivaciones y tendencias), se responsabilice de lo que le sucede, poniéndose bajo cuestionamiento y decidiendo respecto a aquello que le genera padecimiento. También es importante aclarar que “estado de bienestar” no es equivalente a felicidad ni a placer, sino más bien a un estado emocional de plenitud o apacible tranquilidad, algo que los griegos conceptualizaban como eudaimonía, un término que etimológicamente puede ser entendido como florecimiento humano, muy coherente con la visión del espacio psicoterapéutico como un espacio de crecimiento personal.
Dicho esto, conviene hablar un poco de las corrientes más importantes en psicoterapia y de los tipos de psicoterapias que podemos encontrar:
Psicoanálisis
Hablar de esta línea psicoterapéutica es sumergirse en el concepto más relevante de la psicología como tal: el inconsciente. Un espacio o lugar dentro de la estructura mental donde permanecen ocultos los deseos más primordiales e indecibles de las personas, actuando de manera imperceptible en su comportamiento. La terapia desde este enfoque consiste justamente en acceder a estos contenidos a través de la palabra, para que la persona pueda comprenderse de una manera más plena y llevar una vida acorde. En general los procesos de análisis suelen ser largos, pero profundos, sin una estructura predefinida y capaces de abordar temáticas complejas.
Cognitivismo-conductual
Quizás la forma de terapia más respaldada en el mundo debido a su carácter “científico”. Centrada en la forma de pensar de las personas y su efecto en el ámbito emocional, trabaja sobre los pensamientos irracionales o sesgos, formas erradas de procesar la información del entorno, para mejorar las capacidades adaptativas de los pacientes. En general son procesos terapéuticos que comienzan desde una evaluación diagnostica con la consecuente aplicación de un programa de tratamiento prestablecido dentro de un plazo breve a mediano.
Humanismo
La tercera gran corriente pone el énfasis en el crecimiento personal de los pacientes a través del desarrollo de sus capacidades para vincularse, dando una especial relevancia a lo humanitario y espiritual. Desde este enfoque la terapia suele tener una estructura flexible, métodos no convencionales de exploración, énfasis en lo vincular y una duración acorde a cada paciente que va desde el mediano al largo plazo.
Es importante mencionar que, dentro de estas tres grandes formas de trabajar en la clínica, existen también variaciones; por ejemplificar, el psicoanálisis tiene diferentes escuelas, muchas veces asociadas a su autor: Psicoanálisis Freudiano, Jungiano, Rankiano, Adleriano, Reichiano, Lacaniano etc.
Además de las corrientes, también pueden mencionarse tipos de terapia que trabajan desde alguno de estos enfoques u otros que no han sido mencionados: Terapia individual, de pareja, de familia e infanto-juvenil serían los más comunes.
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Bibliografía
Krause, M. De la Parra, G. Arístegui, R. Dagnino, P. Tomicic, A. Valdés, N. Vilches, O. Ben-Dov, P. Reyes, L. Altimir, C. & Ramírez, I. (2006). Indicadores genéricos de cambio en le proceso psicoterapéutico. Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 2, pp. 299-325.
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