Actualmente y producto de la situación sanitaria que atraviesa el país, el ambiente hospitalario, de por sí complejo, se ha visto sobre exigido en la figura de sus trabajadores, especialmente de aquellos que por su rol deben hacer frente directamente a las consecuencias del virus. Entre ellos médicos(as), enfermeros(as), TENS, kinesiólogos(as), psicólogos(as), etc.
Esto sin lugar a dudas ha generado consecuencias negativas a nivel psicológico, ya que los recursos personales se han visto claramente sobrepasados por las difíciles características que ofrece un escenario impensado que amenaza continuamente los límites del control.
Esto se ha visto reflejado continuamente en la experiencia del personal sanitario, donde diariamente deben lidiar con diferentes e intensas emociones como el miedo, la ansiedad, la frustración, la rabia o el sufrimiento.
Esta activación prolongada de las emociones y el cuerpo como una forma de reaccionar adaptativamente a las circunstancias demandantes, genera un efecto que muchas veces pasa desapercibido debido a la absorción que estas personas tienen con su labor.
Este efecto es el estrés, sin embargo uno con características específicas: El burnout.
¿Qué es el Burnout?
El burnout es un fenómeno de estrés agudo que se manifiesta en trabajadores de ámbitos de servicio-ayuda, en las que el trabajador (médico, trabajador social, personal de enfermería, personal penitenciario, profesor, etc.) está en contacto directo y estrecho con la persona que recibe el servicio.
El término significa estar “fundido” haciendo alusión a un estado de extremo cansancio que puede ser físico o mental debido a un trabajo demasiado demandante.
Las primeras alusiones al síndrome se encuentran en observaciones del psiquiatra estadounidense Herbert Freundenberg en 1974 cuando puso su atención en el decaimiento, actitudes negativas contra los usuarios, desmotivación y evitación que paulatinamente mostraban voluntarios en el servicio de atención de un hospital de toxicómanos donde trabajaba.
Síntomas Principales
- Síntomas emocionales: Ansiedad, impotencia, sentimientos de soledad, agotamiento emocional, odio, etc.
- Síntomas actitudinales: Hostilidad, indiferencia, cinismo, apatía, insatisfacción (no realización), omnipotencia, despersonalización, etc.
- Síntomas conductuales: Agresividad, aislamiento, irritabilidad, cambios de humor, suspicacia, paranoia, ausentismo, medicamentación no prescrita, etc.
- Síntomas somáticos: Palpitaciones, hipertensión, asma, catarros recurrentes, dolores de espalda, dolores cervicales, fatiga crónica, etc.
Consecuencias
Goleman (2005) refiere que las emociones y el sistema inmunológico se encuentran estrechamente relacionados. Así, por ejemplo, las hormonas liberadas durante episodios de estrés: catecolaminas (epinefrina y norepinefrina), cortisol, prolactina, opiáceos naturales (beta-endorfina y encefalina) ejercen un potente impacto sobre las células inmunológicas.
Mientras estas hormonas aumentan en todo el organismo, la función de las células inmunológicas se ve obstaculizada: el estrés anula la resistencia inmunológica, al menos de una forma pasajera, supuestamente en una conservación de energía que da prioridad a la emergencia más inmediata, que es una mayor presión para la supervivencia. Pero si el estrés es constante e intenso, esta anulación puede volverse duradera.
Algunos efectos médicos del estrés en el organismo:
- Alteración de la función inmunológica hasta el punto de que puede acelerar la metástasis del cáncer.
- El aumento de la vulnerabilidad a las infecciones virales.
- El exacerbar la formación de placa que conduce a la arteriosclerosis y la coagulación sanguínea que provoca el infarto de miocardio.
- La aceleración del inicio de la diabetes de tipo 1 y el curso de la diabetes de tipo 2.
- Empeoramiento y desencadenamiento de los ataques de asma.
- Ulceración del aparato gastrointestinal, ocasionando síntomas de colitis ulcerosa y de la inflamación intestinal.
- El cerebro mismo es susceptible a los efectos a largo plazo del estrés prolongado, incluido el daño del hipocampo y por lo tanto de la memoria. Bruce McEwen, investigador de Yale, en Goleman (2005) refiere: “cada vez existen más pruebas de que el sistema nervioso está sujeto a un desgarramiento como resultado de las experiencias que provocan estrés”. (Goleman, 2005)
Como es comprensible, los riesgos de salud parecen mayores para aquellos cuyos trabajos suponen una “tensión” elevada: tener exigencias de una gran presión en el desempeño mientras se tiene poco o ningún control acerca de cómo hacer el trabajo. (Goleman, 2005)
Los resultados se obtuvieron a través del Inventario de Burnout de Maslach que se centra en tres dimensiones fundamentales: Cansancio emocional, Despersonalización (alteración de la percepción o la experiencia de uno mismo de tal manera que uno se siente “separado” de los procesos mentales o cuerpo, como si uno fuese un observador externo a los mismos) y Baja realización en el trabajo.
El total de personas participantes fue de 909. Se tomaron en consideración los siguientes aspectos: Edad, género, estado civil, hijos, práctica de alguna religión, profesión, centro de salud (público o privado), años de experiencia, área hospitalaria de desempeño y experiencia previa a la pandemia en UCI.
Respecto a Cansancio emocional y dimensiones relevantes asociadas, se puede observar que un 60% de la muestra presentaba un alto índice en esta dimensión, siendo los trabajadores más afectados las mujeres casadas con hijos que no se alejaron de su familia, mientras que los menos afectados fueron los hombres separados o divorciados sin hijos que no estuvieron con su familia.
En la dimensión Despersonalización y dimensiones significativas asociadas, solamente un 31% puntuó alto, mientras que el mayor porcentaje 48% se ubicó en manifestaciones menores. Las más afectadas fueron las mujeres con hijos, mientras que en el extremo opuesto aparecen los hombres sin hijos.
Por último en Baja realización personal y dimensiones importantes asociadas, el 40% de la muestra puntuó en niveles altos, siendo el grupo más vulnerable el femenino sin hijos, mientras que el de menos riesgo lo constituyó el masculino con hijos.
¿Qué hacer?
- Enfrentar es mejor que evitar: Con esto nos referimos a implementar estrategias de abordaje del problema así como de regulación y expresión emocional. Dentro de las primeras se encuentran las formas en que negociamos y resolvemos nuestros conflictos, así como también el manejo de nuestro tiempo, las metas que perseguimos, etc. Respecto a las segundas se encuentran habilidades de tipo emocional, como saber cuándo y cómo expresar nuestras emociones, cómo ocupar nuestras emociones para alcanzar nuestras metas, reconocer las emociones en los demás y actuar en correspondencia para así tener mejores relaciones con los otros, clave en el bienestar personal.
- Prevenir es mejor que curar: Una máxima de la salud en general, al cual ni las personas ni las organizaciones le toman el debido peso. Lamentablemente, parece ser un problema a nivel idiosincrásico, sin embargo se pueden tomar medidas que impidan el desarrollo del Burnout, tanto a nivel personal como organizacional. Por otra parte, si bien es cierto que existe un déficit de personal sanitario, el desarrollo de este tipo de cuadro no deteriora solamente la salud mental personal sino también el desempeño profesional afectando al paciente. Por lo mismo se sugiere tomar las medidas necesarias de cuidado de la salud en general y si se presentan los síntomas de Burnout consultar con especialistas: psicólogos y/o psiquiatras.
- Las intervenciones grupales son mejores que las individuales: Esto debido a que se trabaja en cuestiones cruciales como la relación con los demás: fomentar el apoyo social, la comunicación y las relaciones entre compañeros y supervisores.
- La organización debe asumir una responsabilidad respecto a las condiciones laborales que generan el síndrome de Burnout: Según Maslach en Gascón et al. (2002) No es el trabajador aislado, sino el desajuste entre él y su medio laboral lo que resulta crítico. Así, se deben enfatizar seis áreas de desajuste sobre las que trabajar: la sobrecarga laboral, las recompensas (no sólo económicas), el grado de control que tiene el trabajador sobre su tarea, el sentimiento de comunidad, la presencia o ausencia de equidad y el conflicto entre los propios valores y los de la organización. Reducir los desajustes en estas áreas requiere un trabajo en equipo.
Bibliografía
- Gascón, S., Olmedo, M. & Ciccotelli, H. (2002). La prevención del Burnout en las organizaciones: El chequeo preventivo de Leiter & MASLACH 2000. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, Vol. 8, pp. 55-66.
- Goleman (2004). Inteligencia Emocional. España: Vergara
- Olivares, V. (2017). Laudatio: Dra. Christina Maslach, Comprendiendo el Burnout. Extraído el 2 de agosto del 2020 de: https://scielo.conicyt.cl/pdf/cyt/v19n58/0718-2449-cyt-19-58-00059.pdf
- Sociedad Chilena de Medicina Intensiva (SOCHIMI, 2020). Resultados sobre la prevalencia del síndrome Burnout en personal sanitario de UCI durante la pandemia por SARS-CoV-2. Extraído el 2 de agosto del 2020 de: https://www.medicina-intensiva.cl/site/docs/Informe_encuesta_nacional_de_prevalencia_de_Burnout_30-7.pdf
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