Cuando una persona tiene algún problema de salud, lo que usualmente piensa es que se trata de algo pasajero que desaparecerá con el tiempo, sin embargo si el problema se vuelve continuo e incluso se agrava aparece en el horizonte de sus preocupaciones la posibilidad de asistir con un médico como: ojalá no tenga que ir al “doctor”.
De esta manera intenta lidiar con el problema según los recursos de los que dispone, identificar ciertas causas y lidiar con estas.
Esto se puede traducir en cambios alimentarios o del consumo de ciertos productos, evitar ciertos sobre-esfuerzos, auto-medicarse, pedir consejos sobre curas alternativas, experimentar con tratamientos naturales, reposo, etc.
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Lo cierto es que a medida que se vivencian mejoras, este tipo de autocuidado se atenúa hasta desaparecer y se recae prontamente en los hábitos que pudieron haber causado el malestar, mientras que si se agrava y ya no se puede lidiar con él debidamente aparece la atención médica como el último e inevitable recurso.
En pocas palabras, cuando la complejidad del problema ha escalado bastante y podría afectar la integridad física poniendo en riesgo, incluso, la vida.
Una de las razones que compresiblemente se puede admitir es el coste, tanto económico, emocional y temporal que implica ir al “doctor”: evaluación médica, exámenes asociados, diagnóstico y prescripciones que pueden implicar desde cambios comportamentales y uso de fármacos, hasta intervenciones quirúrgicas con varios meses de rehabilitación.
Sin embargo el problema es más serio que simplemente pensar en los costes, existe culturalmente un enfoque de la salud deficiente que se centra en lo curativo y paliativo, en vez de lo preventivo.
Es decir, lamentablemente como sociedad no nos preocupamos por nuestra salud hasta que es demasiado tarde. Muchas enfermedades tienen una trayectoria o curso que se origina mucho tiempo antes del primer episodio “crítico” y esto tiene directa relación con la forma en que vivimos.
Ahora piense en lo siguiente: si existe una inclinación reacia a abordar nuestros problemas físicos, cuando existe una evidencia explicita de nuestro malestar como una úlcera, tumor, inflamación, cambio de color, etc.
Cuál es la actitud que generalmente presentamos cuando se trata ya no de un malestar físico sino emocional y mental. No es una novedad que a nivel cultural la salud mental se encuentra peor posicionada en el nivel de prioridades que la salud física.
Esto se debe en gran medida a que no existen indicadores objetivos-empíricos que permitan acceder a una verdad del malestar psicológico. El espacio de la experiencia personal sigue siendo un fenómeno al cual la ciencia todavía no tiene acceso.
Sin embargo, si bien el mundo experiencial de cada persona nos es inaccesible, a menos que aquella nos haga copartícipes a través del lenguaje, esa particular forma de comprender el mundo y emocionarse tiene consecuencias en nuestra fisiología y no precisamente de la manera en que cotidianamente los médicos suelen entender este fenómeno a través del concepto psicosomático.
Muchas veces enfermedades de fenomenología compleja como la fibromialgia o el lupus suelen ser asociadas a lo emocional, pero no reconociendo una conexión mente y cuerpo, sino más bien desde el prejuicio que el paciente “inventa” su malestar producto de un problema psicológico que debe ser tratado.
Uno de los conceptos claves para entender la fibromialgia y su origen es la “sensibilización central”, un fenómeno que ilustra como mente, emociones y cuerpo son indisociables, a pesar de los continuos esfuerzos de algunos círculos doctos en no reconocer el garrafal error cartesiano.
Las emociones básicas o primarias de malestar (rabia, tristeza, ansiedad-miedo) generan modificaciones a nivel fisiológico para poder enfrentar más eficientemente aquello que gatilla la emoción, sin embargo cuando la persona no logra resolverlo, se produce un estancamiento en esos estados emocionales que conllevan un agotamiento fisiológico complejo denominado estrés.
De esta manera por ejemplo, estar sometido a emociones básicas significativas por tiempos prolongados, generan una liberación continua de ciertas sustancias bioactivas desde el soma de la neurona nociceptiva (Sustancia P y Péptido asociado al gen de la calcitonina CGRP) que se unen a receptores inflamatorios en la periferia (basófilos, Mastocitos y Neutrófilos) liberando un conjunto de sustancias pro-inflamatorias (citocinas, bradicinina e histamina) que generan cambios de pH, liberación de ATP de las células implicadas en las terminales nerviosas, síntesis y liberación de óxido Nítrico (ON) lo que induce la amplificación de la señal nociceptiva hacia la médula espinal y los centros superiores causando lo que se conoce como sensibilización periférica.
Si este fenómeno se prolonga por mucho tiempo genera cambios estructurales a nivel de las neuronas de segundo orden en el hasta dorsal de la médula espinal produciendo sensibilidad central: a) Mayor liberación de neurotransmisores excitatorios y b) Incremento en la eficiencia en la transmisión de la señal nociceptiva. (Canós & Robledo, 2015)
Sensibilización central
El fenómeno de sensibilización central conlleva:
- Un aumento de la intensidad inicial del dolor debido a la disminución del umbral neuronal para estímulos nociceptivos
- Duración y extensión de la zona dolorosa
- Aumento de la actividad espontánea (Dolor sin estímulos aparentes)
De lo anterior dos fenómenos se pueden mencionar como característicos de la sensibilización central: La hiperalgesia y la alodinia (percepción anormal del dolor). (Gálvez, 2015)
De esta manera se explica porque las personas con fibromialgia padecen dolores fantasmas (alodinia) o porque las zonas dolorosas son amplias. No es precisamente un invento del paciente, “un trastorno mental”, sino más bien la consecuencia de un largo proceso donde seguramente la persona nunca le tomó el peso a su malestar emocional.
Bibliografía
Canós, M. & Robledo, R. (2015). Procesos de Sensibilización Central y Periférica en el Paciente con Dolor Crónico. XV Reunión de Expertos 2015: Dolor Neuropático y Cronicidad. Fundación Grünenthal & Universidad de Salamanca: 5 y 6 de octubre.
Gálvez, R. (2015). Cronicidad y Dolor Neuropático. XV Reunión de Expertos 2015: Dolor Neuropático y Cronicidad. Fundación Grünenthal & Universidad de Salamanca: 5 y 6 de octubre.
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