La gran mayoría de las personas han perdido a un ser querido, un familiar, un amigo(a) e incluso una mascota. Sin duda es una experiencia por la que ninguno(a) quisiera atravesar, pero lamentablemente es parte de la vida, aunque nos cueste asumirlo.
Las emociones asociadas a la pérdida, generalmente de malestar, suelen ser intensas y a veces puede pasar mucho tiempo para que logremos re-encontrar el equilibrio en nuestra vida afectiva.
Una de las primeras teóricas en abordar la muerte desde un enfoque psicológico fue la psiquiatra suizo-estadounidense Elizabeth Kübler Ross quien desarrolló un importante trabajo a partir de su contacto con personas en estado terminal. Su primer libro “Sobre la muerte y los moribundos” inaugura la exploración de un ámbito que hasta ese entonces no había captado la atención del mundo científico, lo que no es de extrañar en una cultura donde hablar de la muerte es inapropiado, desafortunado, mal visto e incluso tabú.
Cómo decía el importante filósofo Martin Heidegger, vivimos en una especie de inconsciencia de la muerte, simplemente no es parte de la cotidianeidad. Muy probablemente por las emociones que genera tomar consciencia de su presencia e inexorabilidad como la desazón e incluso la angustia. Es por esta razón que las ideas que aluden a su negación o superación resultan tan atractivas desde la visión de la técnica o la ciencia actual. Sin embargo la sabiduría y la ética nos advierten sobre los peligros de guiar nuestros esfuerzos en esa línea y en cambio nos animan a aceptarla y acogerla. Historias como la de Esculapio, dios griego de la medicina, “Pet Sematary” y el fenómeno de la distanasia nos plantean escenarios de reflexión al respecto.
Según Küble Ross la perdida de un ser querido o una relación significativa nos sitúa en un proceso caracterizado por diferentes etapas, las cuales devendrán en conformidad con un determinado curso:
- La primera etapa la denominó negación, la que se experimenta como la sensación y percepción de irrealidad de la defunción, generalmente como un sueño-pesadilla asociado a la creencia que la persona aparecerá de un momento a otro o que alguien nos dirá que es una broma, por ejemplo.
- La segunda etapa la denominó ira y tiene que ver con la emoción que muchas veces despierta la pérdida, sentida como un daño hacia nuestra persona y que puede ser dirigida contra quien se crea responsable de esta, incluso contra nosotros mismos.
- La tercera etapa la llamó negociación y tiene que ver con los esfuerzos concretos que hace el deudo para contrarrestar la realidad de la pérdida, generalmente obedece a una especie de pensamiento mágico que nos permite tener un control irracional de la situación cómo si haciendo ciertas cosas pudiéramos recuperar a la persona muerta.
- Luego viene la fase de depresión que tiene que ver con encontrarnos ante la realidad e irreversibilidad de la muerte de la persona querida, lo que abre la posibilidad de la aceptación, pero también del estancamiento en el dolor.
- Posteriormente y de manera final se encuentra la aceptación.
Actualmente el teórico más destacado en este ámbito es el psicólogo J. William Worden, quien critica el modelo de etapas de Kübler Ross manifestando que el duelo por muerte no es un proceso pasivo y unidireccional por el cual la persona atraviesa, sino más bien un proceso activo que puede tener retrocesos.
Por lo mismo plantea un conjunto de tareas que la persona deberá superar si quiere integrar de buena manera la muerte del ser querido.
- Tarea 1: Aceptar la realidad de la pérdida
Muchas personas niegan la realidad de la perdida, su significado y/o su irreversibilidad. Esto genera un inevitable estancamiento en la vida de la persona y una intensificación de sus sentimientos de malestar. Según este autor algunas cosas que ayudan a superar esta fase son el ritual funerario, instancia que además ayuda desde el apoyo social, hablar de la muerte de la persona, visitas al cementerio, creación de una animita y/o símbolo que nos vincule con su partida, etc. - Tarea 2: Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida
Aquí resulta importante encontrar un espacio para el adecuado reconocimiento y expresión de nuestras emociones. Negarlas y/o evitarlas, así como una expresión desbordada no contribuirán al proceso de aceptación de la pérdida. La negación se puede mostrar como un desinterés desconcertante y la evitación muchas veces toma la forma de comportamientos autodestructivos como el consumo de drogas, alcohol y otras conductas impulsivas. Generalmente esta tarea cuesta más llevarla adelante cuando los sentimientos por el difunto son ambivalentes. - Tarea 3: Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente
Esta etapa consiste en el proceso de re-significación de la pérdida de manera que nos permita seguir llevando la vida adelante. Muchas veces la muerte puede significar importante cambios en la vida personal del deudo que impliquen un crecimiento personal, mientras que si no se lleva cabo pueden generan un deterioro de la salud mental. Aquí resulta importante no tomar decisiones apresuradas que produzcan cambios radicales en la vida, si no de manera paulatina tratando de llenar los espacios que el difunto ha dejado. - Tarea 4: Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo
Aquí se trata de encontrar un lugar especial a la persona fallecida dentro de nuestros recuerdos, ya no ocupando un lugar prioritario en nuestra cotidianeidad, pero si especial. Las personas que han partido nunca se olvidan, así como tampoco las emociones de su pérdida, pero su intensidad debería aminorarse.
Por lo general el tiempo del duelo dependerá de varios aspectos, entre ellos la cultura en que una persona haya crecido, sin embargo se estima que el proceso no debería durar más de dos años desde la partida del fallecido.
Lamentablemente un proceso que puede transitarse con normalidad podría complicarse de no cumplir con las tareas antes descritas; además existen factores que generan una mayor probabilidad de complicación del duelo como son:
- La relación que se tenía con el difunto
- El tipo de muerte
- El apoyo social
- La presencia de otras perdidas (muertes o duelos)
- Características de la personalidad (si existen antecedentes psiquiátricos)
Por último destacar que el proceso de duelo por muerte es demasiado personal y único como para establecer parámetros exhaustivos y absolutos, así como también destacar un factor importante que puede ser de gran ayuda en esta amarga etapa. Según Yoffe (2013) la espiritualidad puede jugar un importante papel en la elaboración del duelo al otorgar un marco comprensivo del sufrimiento originado por la pérdida.
Yoffe, L. (2013). Nuevas concepciones sobre los duelos por perdidas de seres queridos. Extraído el domingo 26 de abril del 2020 de: http://www.unife.edu.pe/publicaciones/revistas/psicologia/2013/2/Laura%20-Yoffe.pdf
0 comentarios